jueves, 28 de junio de 2012

Federico Ivanier- El Bosque

Un hermoso regalo de una de mis profes del liceo. Y otro grandioso libro de este autor, que no deja de maravillarme.

El bosque, seis amigos, una noche acampando, ¿qué podría salir mal?
En realidad muchas cosas si tenemos en cuenta quienes son estos amigos.

Diego: es el mellizo de Sofia, los mellizos perdieron a su madre cuando eran niño, y a lo largo de toda la historia se vuelve una y otra ves sobre este pasado. Inmensamente inteligente, y capas de persuadir a cualquiera. Con una fascinación por las bromas, por hacer sentir menos a los demás, y algunas veces puede ser odioso.

Sofia: es la melliza de Diego, una chica madura, tranquila y que siempre está tratando de hacer que Diego sea menos odioso. Le inquieta bastante las extrañas actitudes de Martín, hermano de Hernan, que desde hace un tiempo son hermanastros de ella y Diego, ya que la madre de Hernan y Martín se casó con su padre.

Hernan: Es el hermano mayor de Martín, desde que su padre murió ahogado, es el que más contacto tiene con Martín. Es el que más paciencia le tiene. Daría cualquier cosa por su hermano y pro eso durante toda la historia no lo deja solo y cuida de el. Durante toda al historia este personaje se debate en su amor por Sofia y el intento de verla como una hermana.

Martín: es el más pequeño, tiene once mientras que los demás tiene dieciséis. Desde que su padre murió, ya casi no habla, tiene actitudes extrañas, y muchas veces es un ente autónomo en el mundo de las personas "normales". Es el que ve las cosas extrañar en el bosque y es la mayor inquietud de Sofia dentro de la casa.

Federico: es el típico adolescente deportista, bueno en todo lo que hace. Solo le preocupa su fisico y hacer que los demás se sientan menos comparados con el. Es el novio de Agustina. Y aunque a veces no la tolera demasiado, le tiene un profundo cariño, ¡ojo! que no es amor.

Agustina: Nuevamente el autos cita una temática entre los adolescentes como son los trastornos alimenticios ya que esta chica tiene un severo problema con la comida. Es una modelo, una chica con poca personalidad, bastante histérica, molesta y aniñada pese a la edad que tiene. Casi nadie de los de la excursión la aguanta mucho.

El plan era simple. Para todos era evidente que Diego y Facundo habían organizado alguna bromita, la única que lo sabia era Agustina, aunque no tenia idea que broma, solo sabia que tenia que hacer que los demás entraran al bosque.
Una vez que Diego y facundo desaparecieran en el bosque, el resto de los jóvenes se adentran en el a buscarlos, ya que el sol se estaba ocultando. Una broma de muy mal gusto los sorprendió en el medio del bosque,  y a pesar del orgullo de Diego, que creía sabérselas todas, terminaron perdidos en el bosque, y ahora es de noche y no pueden salir de allí.




sábado, 23 de junio de 2012

Continuidad de los parques- Julio Cortazar

¿Qué pasaría si leyendo una novela lees tu propia muerte? no se si es claro; un hombre se sienta a leer una novela, el final de la novela es sobre una mujer, y su amante, que planean matar al tercero en discordia, osea el hombre sentado en un sillón verde leyendo la novela. Es confuso, pero con un par de lecturas se entiende  muy claro el cuento, donde una ficcion se mete dentro de otras.


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
    Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.










A la deriva- Horacio Quiroga

Otro excelente cuento de este autor, simplemente lo mejor.algo que quisas le pueda pasar a cualquiera.
una serpiente en el suelo, un hombre de campo, que vuelve a su casa y por accidente la pisa; vive lejos no podra llegar a tiempo al hospital. y muere, a la deriva, en su canoa.

El almohadón de plumas- Horacio Quiroga

Hermoso cuenta, digamos que tiene algo de vampirismo, pero más aya de eso, no puedo dejar de sentirme atraída por los cuento de este autor, excelentes, solo eso se puede decir. Este en particular es mi favorito. Es increíble lo que uno puede extraer de este cuento si se lo examina con cuidado.
Más aya de que no existen semejantes parásitos en los almohadones, el motivo que llevo a Alicia a terminar así es muy simple... se limita al simple hecho de la personalidad de Jovan; los seres humanos tenemos distintas naturalezas o personalidades como quieran llamarle, que a veces chocan entre si y no se obtiene un buen resultado, este es uno de esos ejemplos.